Cobardía política: ¿El precio de preservar la imagen?
jueves 21 de marzo de 2024
En el complicado entramado político actual, la cobardía parece haberse convertido en moneda corriente entre los sectores del PRO y el radicalismo, la llamada "oposición dialoguista".
La razón detrás de esta reticencia a confrontar las políticas de Javier Milei, a pesar del daño evidente que causan a la población, se encuentra en el temor a ser etiquetados como parte de una "casta" con un significante potente que lo asocia al pasado de los casos de despilfarro y de corrupción.
La coalición previa, ya sea bajo el Frente de Todos o la posterior Unión por la Patria, dejó un legado de excesos que aún resuena en el imaginario colectivo.
Sin embargo, la mirada hacia atrás no debería cegar la capacidad de acción frente a los desafíos del presente.
El argumento de la temporalidad, que compara décadas de gobierno con apenas tres meses de gestión de Milei, no es suficiente para justificar la inacción ante el daño social provocado.
Es innegable que Milei ha actuado con una ferocidad sin precedentes, desmantelando estructuras económicas y estatales en un tiempo récord.
La falta de frenos en su accionar lo hace aún más peligroso que regímenes autoritarios del pasado.
La parálisis política frente a su avance solo perpetúa su agenda destructiva. La influencia del núcleo duro en las redes sociales, alimentada por algoritmos que refuerzan preferencias y polarizan opiniones, ha contribuido a la falta de reacción en las calles.
Los canales tradicionales de protesta se han visto debilitados, tanto por su propia ineficacia como por el embate retórico de Milei.
Es preocupante observar cómo el diferencial negativo de las medidas de Milei se ve compensado por la popularidad de su figura en las encuestas. Esta contradicción refleja una crisis en el sistema de partidos políticos y una fractura en el tejido social.
¿Hasta cuándo se permitirá que el miedo a ser señalado como parte de una "casta" opaque el deber de proteger los intereses del país?
La complacencia frente a Milei no solo es una renuncia a la responsabilidad política, sino también un acto de cobardía frente al desafío de reconstruir un país fracturado.
La pregunta crucial es ¿cómo se recuperará el país devastado socialmente? ¿Cómo se reconstruirá el sistema productivo para generar empleo y devolver las pérdidas a los jubilados? Estas son las preguntas que deben guiar la acción política, más allá del temor a perder votos.
En algún momento, la dirigencia deberá superar el prurito de ser tildada como "casta" y enfrentar con valentía las políticas destructivas de Milei.
Su destino político puede ser incierto, pero la destrucción social que ha causado en apenas cien días de gestión exige una respuesta firme y decidida.
La reconstrucción del país no puede postergarse por temor a ser etiquetado, sino que debe ser el objetivo central de quienes tienen la responsabilidad de dirigirlo hacia un futuro próspero y justo.