jueves 28 de marzo de 2024

La macabra historia de Walter Di Giusti, el asesino serial que mató a la abuela y la tía de Fito Páez

jueves 01 de junio de 2023

Walter Di Giusti nació en 1962 en el seno de una familia disfuncional y violenta en Rosario. De adolescente, estudió en la escuela secundaria Dante Alighieri, donde conoció a Fito Páez, y comenzó a tocar el bajo eléctrico en una banda de rock metálico.

Por esos años, debió dejar la música y salir a trabajar "en lo que pintara". Hasta que un día decidió convertirse en ladrón con una modalidad de robo muy frecuente en esa época: la intrusión en viviendas habitadas por personas mayores.

Fue así cómo el 31 de octubre de 1886, con 23 años, simuló ser plomero, entró con su hermano, Carlos Manuel, en un inmueble de la calle Garay al 1000 y asesinó a las mujeres que se encontraban en el lugar.

Walter Di Giusti no mostró piedad. A Ángela María Cristofanetti de Barroso, de 86 años, la mató de martillazos en la cabeza y al menos siete puñaladas en el pecho. A su hija adoptiva, Noemí Isabel Barroso, de 31, la ultimó a martillazos y hachazos.

Tras el crimen, los investigadores salieron a buscar al culpable, pero, al no obtener datos, detuvieron a un electricista llamado Eleuterio Correa, que conocía a las víctimas de su misma iglesia e iba seguido a hacer trabajos a su casa.

Ese fue solo el comienzo. El 7 de noviembre, sólo una semana después de los primeros femicidios, Walter Di Giusti volvió a hacerse pasar por plomero y, con la excusa de una filtración en la medianera, entró en una vieja casona en Balcarce al 600.

Se trataba del hogar de la abuela de Fito Paez, Delia Zulema Ramírez, de 76 años, y su tía abuela Josefa Páez, de 80. Las dos mujeres y una empleada de la casa (Fermina Godoy, de 33 años, entonces embarazada), sufrieron nuevamente la crueldad del femicida.

El hombre las asesinó a balazos y cuchillazos por unas joyas sin valor y un radiograbador. El aclamado músico, que ya por esos años estaba en la cima de su carrera, se encontraba en Río de Janeiro en el marco de la presentación de Giros, su segundo álbum.

Otra vez sin rastros, la policía comenzó a indagar a vagabundos y pungas, pero ninguno dio con el perfil de asesino serial. Y el 4 de diciembre de 1986, la confusión y falta de rumbo en la investigación permitió que Di Giusti se enrolara como policía en la subcomisaría de Esther, un pueblo ubicado a unos 15 kilómetros de Rosario.

La suerte parecía estar de su lado, pero el destino le jugó una mala pasada, cuando en el 26 de agosto de 1987 una mujer trans que había sido su pareja lo delató sin querer ante una agente encubierta al decir que el collar que lucía había pertenecido a la abuela de Páez. Cuando le preguntaron cómo lo había obtenido, sostuvo: "Me lo regaló mi novio, Walter".

Al otro día, una patrulla allanó la casa de la familia Di Giusti en Rosario. Lo insólito es que la vivienda quedaba a apenas a nueve cuadras del domicilio de los Páez. Allí, encontraron el grabador que Belia le había regalado al músico.

El 24 de agosto de 1987, el juez Benjamín Ávalos encontró culpable a Di Giusti como autor material de los cinco crímenes y a su hermano Carlos como "encubridor". El hermano mayor recibió la pena de reclusión perpetua y fue trasladado a la cárcel de Coronda, mientras que el menor estuvo detenido unos meses y recibió libertad condicional.

Según las crónicas de la época, otro dato insólito fue que, como la causa revestía en la policía provincial, el homicida fue pasado a retiro en su cargo como policía y cobró el 70 por ciento de su salario hasta noviembre de 1993, cuando quedó firme la sentencia.

En 1994, habló por primera vez con un medio y dijo que solo había visto a Fito una vez. "Mi hermano y yo nos peleamos con él y su abuela", recordó en declaraciones a la revista Gente.

"Éramos los plomeros de la casa, y ellos no podían entender por qué cuando estábamos nosotros había agua y cuando nos íbamos, el agua desaparecía", detalló, aunque negó de forma rotunda ser el autor de los crímenes. "Todo es culpa de la ambición de un jefe policial que en esa época necesitaba una rápida escalera para su ascenso", sostuvo por entonces.

Por esos años Di Giusti fue violado por otro recluso en la cárcel y se contagió de sida. Al poco tiempo, un médico del servicio penitenciario advirtió que estaba "casi ciego" y un juez le otorgó la prisión domiciliaria en la casa de sus padres, según consigna una crónica de la revista Caras y Caretas.

Walter Di Giusti y un triste final

En 1998, el mismo juez que lo había condenado se enteró por un vecino que el presunto ciego conducía un Fiat 600 amarillo y que paraba todas las tardes en un bar de la esquina de San Luis y Balcarce.

Por si fuera poco, el magistrado, ya jubilado, se encontró con Di Giusti mientras caminaba por el centro de Rosario y decidió dar aviso al nuevo juez de la causa, Efraín Lurá.

El 27 de mayo de ese año, Lurá comprobó efectivamente que Di Giusti había violado el arresto domiciliario y una semana más tarde regresó a un penal de Rosario, donde una junta médica concluyó que estaba no tenía complicaciones por el sida.

Sin embargo, los médicos se equivocaron: el cruel asesino se descompensó el 8 de junio, fue internado en el hospital de Granadero Baigorra y falleció el 12 de junio de 1998 en el Sanatorio Americano de Rosario.